viernes, 15 de octubre de 2010

El anarquismo científico de Paul Karl Feyerabend.

Las reglas dificultan el progreso de la ciencia, se convierten en una camisa de fuerza que le pone límites al desarrollo científico y convierte al científico en un especialista incapaz de observar el conjunto, solo puede explicar una parte minúscula de la ciencia. En este sentido, el científico al estilo popperiano se convierte en un experto que posee un lenguaje confuso, el cual aporta muy poco a lo que podría denominarse una revolución científica. Resulta ser un reduccionista, sin oportunidad para la imaginación, el cual se ha sometido voluntariamente a normas que le limitan su acción y le proveen seguridad: una manera peculiar de comunicarse, un estilo aparentemente científico para dialogar con otros miembros de las comunidades científicas atrapados en la misma red de sofistificación especializada.
La ciencia así tratada, erradica la capacidad de asombro, base del desarrollo científico, limita la imaginación y pone un muro entre la ciencia y el hombre corriente que debe beneficiarse de los avances científicos. Lo claro y sencillo lo convierte en complicado y oscuro.
La ciencia es imaginación y para que actúe así, debe de operar sin un método que le ponga límites al trabajo científico. La historia de la ciencia muestra que no hay una manera peculiar en el actuar científico y que son la inconsistencia, la anarquía y la libertad los elementos básicos para producir verdaderas revoluciones científicas.
En su libro Contra el método (1974), plantea que es necesario abandonar la idea de comparar una teoría con otra para determinar cuál es la mejor teoría. Sencillamente, el único principio universal de la ciencia es el conocido lema “todo vale”. Popper preguntaría: ¿Todo vale? A lo cual, respondería: “Todo vale, si es lógico”.

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